JIRIBILLA CHOYERA
60 años y
no han bastado para ejercer a plenitud los derechos humanos de las mujeres.
60 años
no han sido suficientes para remediar el repudio y dominación de las etiquetas
de género y estereotipos sexuales.
60 años
han servido para visibilizar el feminicidio, la trata de mujeres con fines de
explotación sexual, las enormes brechas salariales entre hombres y mujeres con
marcada discriminación laboral, la sobrecarga en las labores domésticas y
profesionales bajo las consignas de ser las mujeres modernas unas "súper
mamás" o "mamás luchonas".
60 años y
aún seguimos debatiendo el tema de la equidad, como si tratara de una
negociación o un regateo con los hombres.
60 años
han significado para caminar sin detenerse por el sendero de la democracia
mexicana, que, pese a la marcada presión del sistema patriarcal, subyace aun en
las creencias, que las mujeres hoy tienen que capacitarse y prepararse para
gobernar, como si tratase de un prerrequisito, al cual no se les impone, al
menos en el discurso eterno e histórico a los varones.
60 años y
el discurso no cambia, el regateo electoral prevalece y la obstinación de
muchos aun es contundente.
60 años y
hemos evolucionado. Las mujeres hoy, nos organizamos, hablamos, escribimos,
participamos, decidimos, pero jamás nos rendimos. Somos tenaces y solidarias,
pese a los antagonismos que las ideologías puedan marcar, nos une la delgada
línea de comulgar con el pasado y profesar en el futuro, un discurso en el que,
ya no haya más sentencias, jurisprudencias, tesis aisladas, acuerdos, que
busquen la perspectiva de género, sino que ésta simplemente sea un mandato y
parte de nuestra idiosincrasia, donde el valor y el respeto entre hombres y
mujeres, en términos políticos, culturales y sociales, no esté supeditada a
nada.
Y más
allá, de las dudas legales, de las suspicacias y miedos de los partidos
políticos que obviamente siguen los hombres bajos las sombras, o tras
bambalinas, dominando y recurriendo a los viejos artilugios para desestimar la
valía de las mujeres en su quehacer.
A todas
ellas les digo ¡NI UN PASO ATRÁS!
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